Guadalupe Juárez
Puebla, Pue.- Corría el año de 1619 y el destino de Catarina San Juan, de 10 años de edad, fue trazado cuando un comerciante poblano, Miguel Sosa, quien la compró a un mercader y la trajo Puebla, donde por su vestimenta peculiar y sus rasgos hindús, fue conocida como La China Poblana.
Su pasado antes de ese día está envuelto de misterio, se dice que era una princesa que fue secuestrada por piratas, despojada de joyas preciosas, separada de su familia, y llevada a Filipinas, donde fue vendida en el mercado de Manila.
También se relata que jugaba con su hermanito en la playa en algún país oriental cuando fue secuestrada y que su nombre era Mirra, pero que en el barco donde la traían a México fue bautizada por los jesuitas como Catalina de San Juan.
Miguel Sosa era un comerciante exitoso y vivía junto a su esposa en el Centro Histórico de Puebla. Cuando Catarina llegó con él a su casa, se encargó de los quehaceres domésticos, mostró dotes de buena cocinera, además de ser una hábil costurera y bordadora.
Su vestimenta de sedas y lentejuelas en las faldas llamaron tanto la atención que con el paso de los años se convirtió en un traje típico nacional, combinado con los colores patrios: verde, blanco y rojo.
Cuando Miguel Sosa falleció en 1964, concedió la libertad a su esclava, quien no hablaba bien español, pero que cumplía con los deberes religiosos inculcados por la familia. De hecho, se refugiaba en la capilla familiar, en la que se convirtió en devota de la figura de un cristo crucificado.
Así, después de seguir sirviendo por dos años más a Margarita, la esposa del comerciante que era su amo y se refugió en el convento de San José de carmelitas descalzas de Puebla con 100 pesos que dejó su benefactor en su testamento para su manutención.
Como se acostumbraba en esa época, al estar sola, Catarina quedó bajo la tutela del sacerdote Pedro Suárez, para quien también hacía trabajos domésticos. Él, la convenció de casarse con uno de sus esclavos, Domingo Suárez.
Catarina se casó, pero su esposo la golpeaba y se dijo que la quiso asesinar. Además de que padecía dificultades económicas, ya que Domingo se había endeudado y a pesar de conseguir una licencia para dedicarse al comercio, quebró.
La China Poblana quedó endeudada y su esposo huyó a las montañas. Ella se refugió en las prácticas religiosas y asistía a la Iglesia de la Compañía, en donde construyó en torno a ella una leyenda más: la de supuestos dotes sobrenaturales de visiones y revelaciones “divinas”.
Debido a su trato con personas de alta jerarquía social en la ciudad, Catarina era considerada una santa y así, cuando falleció, adornaron su cuerpo con flores, con una corona y una palma. Su funeral fue muy concurrido, clérigos y vecinos fueron a darle un último adiós.
En 1971 fue inaugurada la fuente dedicada a la China Poblana, colocada en la intersección del bulevar 5 de Mayo y la Diagonal Defensores de la República, elaborada por el arquitecto, escultor y pintor poblano Jesús Corro Ferrer por encargo del entonces gobernador Moreno Valle y el presidente municipal Carlos Arruti.
Los materiales utilizados son concreto, piedra de cantera labrada, talavera y argamasa de granito blanco.
Muestra del paso de Catarina de San Juan por Puebla es la Casona de la China Poblana, donde vivió, ubicada en la 4 Norte 2, colonia Centro. Ahora se encuentra un hotel y un restaurante.